PREGÓN DE LA FIESTA’L POTE DEL AÑU 1996

POR CÉSAR GONZÁLEZ ANTUÑA

(Publicáu nel Porfoliu de La Fiesta’l Pote del añu 1997)

 

 

Durante la llamada Época Constitucional, que abarcó los años comprendidos entre 1820 y 1823, Gobierno del General Rafael de Riego y reinado de Fernando VII constituyeron un Ayuntamiento independiente las feligresías de San Martín de Loredo, San Andrés de Linares, Santa María de Blimea y la Hijuela de Santa Bárbara.

Por azares de la política, cuando fue destituido el General Riego fue disuelto el concejo y agregado al de Langreo. Hubo que esperar a que muriese Fernando VII, en septiembre de 1833, para que hubiese una nueva reestructuración, tanto de provincias, como de municipios y de nuevo se repusiese la Municipalidad de San Martín del Rey Aurelio.

En el acta de posesión de la Nueva Corporación Municipal levantada el 6 de enero de 1837 en las casas de San Frechoso, por la cual se restablecía el Ayuntamiento Constitucional de San Martín, aparece como segundo regidor (equivalente a la denominación actual de concejal) Don Vicente Suárez Serrano de Río Cerezal, y siendo testigos de este acontecimiento D. José Fernández de El Vericioso y D. Lorenzo Sánchez de La Cerezal.

Que el valle de Santa Bárbara ha tenido un protagonismo histórico en el desarrollo de nuestro Concejo, lo atestiguan los hombres mencionados y demuestra que los habitantes de este valle han tenido siempre una reconocida actividad social, política y religiosa en la evolución de este término municipal.

Así destaca cómo medio siglo antes, en el año 1787, los feligreses de esta jurisdicción conseguían que la capilla de la Casa de los Orviz de Perabeles, el título de Hijuela de la Parroquia de San Martín de Loredo; fue un destello de personalismo y la demostración de que el valle de Santa Bárbara quería tener ciertos privilegios.

¿Y qué es una hijuela?

La misma palabra lo dice, diminutivo de Hija. En concreto, la Parroquia de San Martín dentro de su demarcación administrativa eclesiástica comprendía las capillas de Santa Inés de San Frechoso, San José de Peñatejera, Santo Medero en Sotrondio y la ermita de Santa Bárbara: todos los feligreses tenían que acudir a la Iglesia de San Martín para cumplir con los preceptos religiosos, oír misa entera todos los domingos y festivos, recibir y administrar los sacramentos…

El valle de Santa Bárbara era el más alejado, y en más de una ocasión, les costaba mucho cumplir con sus derechos parroquiales al tener que ir a San Martín. De aquí que solicitasen cierta autonomía religiosa, aunque siguiesen subordinados a la iglesia principal.

Y tuvo una gran importancia, ya que como capilla aneja, esta Hijuela tuvo un libro llamado de fábrica, donde se iban anotando los actos religiosos y sobre todo el tema administrativo. Existía un fondo de dinero para sufragar los gastos que ocasionaban los cultos y mantener una reserva económica para reparaciones e imprevistos que ocasiona el normal funcionamiento de una parroquia. Buen ecónomo tenía esta Hijuela. Sin embargo tardó cien años, ya que hasta el año 1887 el obispado de Oviedo no le concedió la categoría de parroquia, no consiguiendo la independencia total hasta 1892.

Sin embargo había que acudir a San Martín de Loredo para celebrar el Conceyu abiertu. En el atrio de la iglesia parroquial asistían todas las cabezas de familia, la asistencia era obligatoria e incluso los ausentes sin causa justificada eran multados.

Tres campanadas y una pausa, por un espacio de tiempo, era el aviso que llamaba a la Xunta.

El Conceyu abiertu para su celebración era indispensable la presencia del vecindario del territorio del río Hueria de Miera, como antes se denominaba este valle.

El tañido se oía a lo largo del valle llegando hasta la zona de San Andrés de Linares. Para comunicarse con los de la Hijuela, se levantó una torrexa en la zona de Labayos y en ella se colocó una campana. Al repique avisando a Conceyu volvía a repicar el badajo de El Caleyu. Así de esta forma los de Santa Bárbara se daban por avisados y se comunicaban entre sí:

"Vamos a San Martín que está tocando la campana". Por evolución de esta frase quedó para la posteridad la denominación "Valle La Campana" a la zona de San Martín.

Cuando la Casa Consistorial fue construida en La Alameda y las sesiones municipales empezaron a celebrarse en el nuevo Ayuntamiento. Cuando Santa Bárbara tiene plena autonomía como parroquia, la torrexa de El Caleyu es demolida y el repiqueo de campanas testigo de excepción entraron a formar parte de la historia.

Las fiestas de Santa Bárbara son el fiel reflejo de una romería clásica de Asturias:

Un sitio llano, ameno, cercano a la iglesia. Los feriantes con sus tiendas y carruseles. El aviso del comienzo con palenques y voladores. Gaita y tambor. Juegos y distracciones para todos, locales y forasteros. Todos disfrutan de las fiestas. Todos los que vienen aquí a olvidarse de las penas y de las pesadas cargas cotidianas. La verbena se ilumina con luces de colores, se baila y se canta al son de la orquesta de turno y gaita y tambor.

El domingo es el día grande, misa y procesión. Se saca al Santo Patrón, San Bartolomé, por los alrededores de la iglesia.

Antaño, los romeros se diseminaban por el campo de la fiesta para comer, unos han traído la comida de casa y se proveen de bebidas en los chigres del ferial. Los vecinos de Santa Bárbara a sus invitados les dan la mejor comida del año. Es la fiesta del Pote, sopa con tropiezos, fabes con tucu, arroz con pollu, pollu asáu, carne asada y de postre arroz con leche, todo ello bien rociado con vino o sidra.

Y después de buen pote, el baile y la danza que se prolongará hasta altas horas de la noche.

Y… en medio del baile, resuena en al prado, el ixuxú de un mozo caliente de cascos, que empieza a vitorear a su llugar. Surge otro que vitorea al suyo. Los mozos empiezan a cucarse. En el prado crece la competencia y al grito, ¡Abaxo el Pote!

Surge la confusión. Los mozos se van acercando unos a otros. Los menos valientes se apartan. Resuenan los golpes de unos contra otros. Crujen las descargas de los palos entre mozos, el prado de la fiesta es una auténtica batalla de garrotazos.

Aparece la sangre en muchas cabezas. Al final surge el ixuxú victorioso, ¡Viva el Pote! De nuevo surge la música, resuena la gaita y el tambor. Todos a bailar y a curarse en el bullicio de la fiesta. Estas reyertas eran un arraigo imposible de evitar, ya que todos los mozos estaban provistos de un palo nudoso, que no abandonaban ni para bailar.

"Estas reyertas además de interesar en gran manera la curiosidad, por cuanto hieren fuertemente la imaginación de los espectadores, son muy del gusto de los pueblos no corrompidos por el lujo, y en cierto modo están unidas a la condición misma de nuestra humanidad".

Jovellanos fue gran defensor de este tipo de fiestas, pese a las reyertas de los mozos. Volvió a defenderlas Clarín y las describe en sus novelas Armando Palacio Valdés.

Y estas hermosas mozas, Reina y Damas de las Fiestas de Santa Bárbara, son el fiel reflejo de las mujeres de este valle.

Como nos legó el poeta:

"Doy las dulces sonrisas a las hermosas,

coloro sus mejillas de nieve y rosas,

humedezco sus labios, y a sus miradas

hago prometer dichas no imaginadas".

Aquí nació mi bisabuela materna, Serafina Llaneza, conoció a su mozu, ¡cómo no!, en el atrio de la iglesia de San Martín, pero mi antecesor tenía que "echar la presona" en Santa Bárbara. Volvió a casarse en esta parroquia, un hijo de ellos, Tista, que lo hizo con Magdalena, y él me contó, en su día, cómo venir a cortejar a este valle no era todo lo fácil que se quisiera.

Los mozos defendían sus mujeres de los rondadores. En principio no eran bien vistos los mozos de otros lugares. Todos tenían que pasar por el pago de portazgo. Cuando uno se arriesgaba y llegaba a cortexar, al principio, siempre se le daba el alto: ¿Quién eres y a dónde vas? Si había suerte el mozo se mostraba valiente y plantado, los mozos del lugar empezaban a estimarlo. Si se mostraba bravucón y exaltado, y se le consideraba que no venía con buenas intenciones, al rondador, le torgaban. Le amarraban por la espalda con un palo, le ataban los brazos a las correas de los zapatos, le soltaban el botón de los calzones para que se le cayeran, y le daban media vuelta en el camino. Así, que más de uno se lo pensaba al venir de ronda, por aquello del torgamiento.

Los chavales de nuestra época teníamos relacionado las fiestas del Pote con los festejos del tipismo astur inconfundible, unas fiestas alegres, de tronío, y de marcada tradición. A las 6 de la tarde, magnífica romería amenizada por las mejores orquestas de Asturias.

La Marimba Punto Azul, La Orquesta Langreana, Gran Kapitol, Pocovi y sus Norteños, Royal, Oriente, Copacabana, Mayke y… cómo no, la Melodía y la Peral. Elementos musicales, que ya por sí solos hacían monumentales las fiestas. Tres días de formidables verbenas, gran Jira Campestre. Días de sana alegría, que no se olvidan jamás con los años. Y hoy, deseo, de todo corazón, a todos: unas felices fiestas y un saludo amistoso y cordial a los aquí presentes y, en general, a todo el valle, porque siempre el valle de Santa Bárbara entrando por Paniceres pasando Los Cuarteles, La Cruz, Miera de Arriba, La Nespral, La Casuca, La Potoxa y El Socavón. Llegando al corazón de Santa Bárbara con El Batán, La Rebollada, Corral de Bayetos o Veró y El Pradón. Siguiendo cuesta arriba hasta llegar a Perabeles de Arriba y Perabeles de Abajo, Canto les Mates, Río Cerezal y Casacima. Asomándose a la zona de Urbiés por El Escobal, Collado Escobal, Secalagua, La Paré, Les Argayaes y Los Caleyos. Bajo la sombra de La Cerezal, La Espesura, El Vericioso, Casas de Abajo, La Zorea, El Costayo y La Gallega, todos estos pueblos que forman esta parroquia tienen probada hidalguía para recibir a todos cuantos estos días acuden para celebrar y disfrutar de sus tradicionales fiestas en honor de su Santo patrono San Bartolomé.

¡YA TOCAN A FIESTA! ¡ESTAMOS EN FIESTA! ¡VIVA EL POTE!